El pasado viernes 25 de abril Fernando Acero y Xell se acercaron a la sala Bóveda de Barcelona para ver la presentación del nuevo álbum de Reek, "Necrogenesis", acompañada por las actuaciones de Moonloop y Dr X.

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El efecto Bóveda en Barcelona se me antoja como una especie de efecto Facebook. Por decirlo en palabras claras, todos nos hemos preguntado alguna vez qué carajos hacíamos en internet antes de que existiese esta red social masiva. Pues tal que así es la pregunta que me hago cuando pienso en el antro en cuestión: ¿adónde iban las bandas locales antes de que existiese semejante cueva de mugre?

Empiezo a sentirme cansado de encontrarme confinado concierto tras concierto en semejante agujero. Un socavón lleno de incompetencia que consigue quitar las ganas de disfrutar al más entusiasta por la evidente falta de interés de los responsables de la sala.

El hartazgo habitual que se deriva de retrasos de más de media hora me hizo entrar al recinto inevitablemente desencantado. El cóctel conformado por Reek, Moonloop y Dr. X, sin embargo, pronto hizo que me olvidase de los diversos fallos logísticos y técnicos de los ya nombrados anteriormente.

El fulgor de Dr. X inauguró la velada del pasado 25 de abril cerca de las 20:40. Unos teloneros que de entrada, si bien me declaro abiertamente amante del heavy metal clásico, no encajaban bien en una noche que supuestamente debía ser protagonizada por dos bandas de metal extremo progresivo como Reek y Moonloop. Y digo supuestamente porque la banda encabezada por la frontwoman Alba Karry contó con casi una hora sobre el escenario para poder demostrar el por qué es un conjunto sobradamente merecedor del honor de telonear al legendario Blaze Bayley.

Si bien he de decir que su actuación fue algo más larga de lo pertinente – puestos a comparar su importancia en la escena local respecto a las otras dos bandas –, ésta fue memorable. La limpia ejecución de unos temas que rendían pleitesía al magnánimo metal ochentero hizo estremecer a más de uno en una sala mucho más llena de lo habitual – más de un centenar de asistentes con facilidad. Temas como “Hungry For Metal”, de temática algo predecible pero no por ello carentes de gancho, hicieron las delicias de aquellos pocos asistentes cuyo principal interés era ver al conjunto de Vilanova i la Geltrú. Tampoco faltó espacio para tópicos del hard rock como “Burn” de Deep Purple, que me resultó innecesaria; su calidad como conjunto a pesar de su notable juventud ya estaba más que demostrada como para tener que recurrir a esta clase de temas que se suelen utilizar para captar la atención del público. En definitiva, podría decir que Dr. X es un grupo que con un poco de paciencia y perseverancia podría tornarse con el paso de los años uno de los imprescindibles de la escena local, bien sabiendo que todavía los veo algo impetuosos y alocados como para tomarlos con la seriedad de la que tal vez sean merecedores.

21:45 en el reloj y uno de los platos fuertes de la velada estaba a punto de ser servido. Moonloop daban continuidad al poderío de Dr. X esta vez desde la oscura óptica de un death metal progresivo que para bien o para mal no pude desligar en ningún momento del sonido de un nombre propio: Opeth. Resulta irónico observar como incluso el vocalista del conjunto, Eric Baule, guarda cierto parecido con Mikael Âkerfeldt.

Fuera de esta clase de comentarios insustanciales, podría decir que de entrada esperaba que el conjunto barcelonés presentase un sonido más agresivo en directo dadas mis expectativas tras escuchar su trabajos Deeply from the Earth. No obstante, más o menos agresivo, cabe decir que su directo es sencillamente excelente. Poderosas y cautivadoras esferas ambientales que desembocan en caóticas rítmicas que quiebran el alma en dos. Composiciones como la maravillosa “Atlantis Rising”, cuyas líricas aluden a un paralelismo entre la misteriosa civilización y la sociedad actual en clave crítica, dejan claro que se trata de una banda fuera de lo común a nivel nacional. Probablemente una de las mejores dotadas en lo referido a originalidad y ejecución, la única pega que vi en su actuación fue la brevedad de su set – apenas cinco temas de gran duración, entre los que se incluía un impresionante “Landscape” – y el hecho de situar un sonido tan pulido y preciso en un lugar como Bóveda. Exigencias del guión que ensuciaron el brillo de una luna que debería haber permanecido en el cielo algo más.

Se acercaban las 23:00 y me preguntaba qué carajos iba a pasar sobre el escenario dado que la sala Bóveda tiene la enervante tendencia de expulsar a las bandas de las tablas cuando las 00:00 redoblan en las campanas. No fue mucho después cuando el conjunto de thrash Reek hizo su triunfal aparición a la orden del redoble de batería de Esteban Portero.

Una referencia al ámbito celeste creo que me valdrá para ilustrar lo que supone este grupo que baila con diversos elementos de prog en sus temas: supernova. Mis expectativas se vieron sobrepasadas de un modo descomunal con tan solo oír su tema inicial, que provocó un instantáneo mosh repleto de una furia que no había tenido el placer de ver en mucho tiempo. La aparición del frontman Iván Lara fue la gota que colmó el vaso de la demencia en una sala sumergida en un fervor arrollador. Su alocada pose, que me recordó inevitablemente a Phil Anselmo, inflamaba a un público incansable, sediento, deseoso de más y más.

La acogida de su nuevo álbum Necrogenesis fue, más que positiva, excelente. La presentación de temas como “Human Condition”  o “The Sound Of Decadence” fue más allá del clásico entusiasmo por una banda por la que se pueda sentir cierta simpatía. En mi caso el desconocimiento de su repertorio era parcial, y aún así, puedo asegurar que el impacto que me causó su show fue total.

Su setlist contó con momentos auténticamente memorables, como su emotivo bloque instrumental o la colaboración del teclista Isam Alegre (Obsidian Kingdom) en el tema “Scions Of The Void”, cuyo solo final de teclado, del más genuino drone imaginable, supuso un fascinante oasis de paz y tiniebla entre las llamaradas del contundente thrash de los barceloneses.

No fue mucho después cuando tras un bis que supuestamente debía ser doble se asomó por la cabina del DJ el propietario de la sala, quien a pesar de ser increpado por todo el público, detuvo la actuación. Efectivamente, ya eran las doce en punto y la flexibilidad del individuo en cuestión brilló por su ausencia. Un final de sabor amargo ante una velada que con seguridad podría catalogar como lo que será uno de los conciertos del año – comprendiendo la absurda dicotomía establecida entre los conciertos locales y los de las bandas internacionales.

Crónica: Fernando Acero
Fotos: Xell