El pasado viernes 4 de abril, Ankor estuvo presentando en la sala Bóveda de Barcelona su estupendo disco Last Song for Venus . Junto al sexteto estuvieron Romanthica y Lasagabuster, completando así una noche que no nos quisimos perder.

¡Aquí os dejamos la crónica!

 

 

Es inevitable que después de varios días grises, de lluvia sin tregua, un radiante sol primaveral de aquellos que se alargan hasta el último aliento de la tarde consiga ponerte de buen humor y cargarte de energía. Lo cierto es que la situación fue perfecta después de todo. La tarde de este 4 de abril de 2014 traía con nosotros una excelente tríada para dar la bienvenida al fin de semana: Ankor, Romanthica y Lasagabuster.

Mi queridísima sala Bóveda, de la que todos conocemos su precisión técnica, nos volvía a sorprender con algo que para mí ya se está convirtiendo en religiosa rutina: retrasos. Retrasos aberrantes que no por ello enervantes. Uno procura tomárselo con profesionalidad y no maldecir constantemente a los responsables de la pachorra que caracteriza a este país. Quizá el problema es mío y de mi puntualidad inglesa.

La cuestión es que en sí el retraso, de más tres cuartos de hora, fue en detrimento de la actuación de la banda que abría la noche, Lasagabuster, banda que juega con el eclecticismo residente entre el post-hardcore, el metalcore y algunas tendencias propias del pop punk y el electropop. Y francamente, me dolió bastante. Arrancaron fríos. Crudos, incluso. No acabé de entender bien un inicio tan brusco y forzado como el que suponía su tema “Fortitude Of Earthworms”, que no obstante, me sorprendió gratamente. Y debe ser la frase que más haya escuchado el conjunto en sus cuatro años de existencia, pero parece mentira que su frontwoman Jessica Williams, de apariencia inocente, tenga semejante potencia vocal. Anonadado me hallé muy a pesar de conocer de antemano algunos de los temas del conjunto.

La lástima, y aquí es a donde quería llegar, es que el retraso fuese tal que devorase la mitad de temas de su setlist. Y me apena tremendamente que justo cuando empezaban a brillar con luz propia en el escenario – a partir de su formidable tema “As The World Disappears”, que me pareció verdaderamente deleitante – se les tuviese que echar a pesar de un público que más que pedir, suplicaba otro tema. Les debo otra visita en otra ocasión, porque su energía e ilusión no defraudaron en absoluto.

El retraso se compensó y cinco minutos después de la hora prevista – las 21:15 –, arrancó la actuación de Romanthica, los que ya contaban con escenografía propia y carteles. El grupo barcelonés – al que no entendí bien entre dos grupos de géneros hardcore –  practica un rock gótico de una estética que me recuerda extrañamente a una fusión entre Héroes del Silencio y The Rasmus, de lo cual da testimonio su LP Eterno, presentado en Bóveda como primer punto de su gira promocional. La cuestión es que para jugar en casa no se les veía nada seguros; o tal vez no sea cuestión de seguridad. Más bien se trata de la obvia falta de comunicación entre los miembros de la banda en el escenario. Y francamente, no me parece admisible que fuera del hecho de que una banda guste o no, no exista un aparente diálogo entre ellos – y más en su caso, que son músicos que ya cuentan con una trayectoria superior a una década.

El arranque del show, con los temas “Despierta” y “Muriel” fueron impecables en el apartado vocal, y eso sí que se lo debo conceder a David Gohe, cuya teatralidad fue de lo poco convincente que vi en Romanthica, si bien a ratos algo forzada y sobreactuada. No con él los instrumentistas que iban, y válgame la vulgaridad, a su bola. Sin ánimos de ser cruel ni destructivo, su actuación me pareció aburrida. Y no en sí por su sonido – que les hizo sufrir en varios momentos especialmente en lo referido al bajo, que se saturaba dado su altísimo volumen –, que es francamente cautivador, sino porque da la sensación de que la edad les ha podido y no tienen ni tan siquiera la intención de buscar complicidad con nadie; tocan para ellos. Y es una pose a respetar si de verdad así la asumen, pero si no llega a ser por su bis “Mercurio”, que hizo participar a toda la sala, su hipotética nota en cuanto a espectáculo sería un suspenso. Quiero creer que sólo fue una mala noche, porque en sí las composiciones de los góticos son muy interesantes.

Cerca de las 22:30 en el reloj. La Venus cadavérica de los artworks de Ankor empezaba a vestir al escenario de gala y al público de nervios. Por aquel instante, la sala sobrepasaba tímidamente el centenar de asistentes. E inesperadamente, una intro. Pero olvidaros de las clásicas introducciones orquestales épicas que no aportan absolutamente nada. Tal vez por ser irónicos, o sencillamente porque están chalados, se valieron de las bandas sonoras de 8 bits de videojuegos como Pokémon y Zelda; e imitando el estilo de éstas, una versión de su tema “Last Song For Venus”, con la que aparecieron sobre el escenario. Al instante, ya había estallado su poderoso “Last Song For Venus”, que a pesar de tener una interpretación poco más que perfecta, no pudo estar al nivel dado que estamos hablando, como no, de la sala Bóveda y su particular visión de lo que se supone que debe ser una buena producción del sonido en vivo. Cabe decir, no obstante, que tras una interpelación de todos los miembros del conjunto, pronto se solucionó.

La sensación que tengo en global tras ver a Ankor en vivo es que sencillamente son como una especie de máquina. Y no me malinterpretéis: no hablo de falta de expresividad. Hablo de la extrema precisión con la que ejecutan sus temas. Lo auténticamente fascinante es ver cómo eso no va en detrimento del carisma y la seguridad que tienen sobre el escenario. Ver al conjunto en directo es como observar una meditada coreografía de danza clásica en la que la compenetración entre el cuerpo de baile y la solista crean una bellísima ilusión que no hace más que generar una colorida amalgama de imágenes hechas música. La sonrisa de Rosa de la Cruz no hacía más que evocar una sucesión de emotivos temas que no hacían más que traer una nostálgica alegría a mi corazón, al corazón de los ahí presentes: de “Try To Walk My Shoes” a “Tenkuu No Budokai”, pasando por “Completely Frozen” o “When December Goes”.

Su actuación, cabe decir, también tuvo espacio para unas acertadísimas versiones: “Chop Suey!” de System Of A Down, que se solicitó incansablemente a lo largo de todo el concierto, y “Bad Romance” de Lady Gaga en una cover al estilo de Halestorm; probablemente fue este el tema que dejó claro que la frontwoman de Ankor tiene una descomunal potencia vocal, por si alguien se atrevía a dudar de los de Tarragona por sus inclinaciones hacia el pop.

El final se acercaba con una triple traca que sencillamente me dejó boquiabierto: la magistral “At Last Rest”, que no pierde un ápice de potencia respecto a su versión en estudio – que era lo que más temía respecto a su directo –, “I’ll Fight For You” y la eufórica “Winner Horse”, que despidió el concierto en una lluvia de confeti y pasión sobre las tablas acabando de ganarse a un público visiblemente satisfecho.

Mi balance de la velada es muy positivo. Muy a pesar de los errores de Romanthica, que no por ello deja de ser un buen conjunto, Ankor y Lasagabuster nos ofrecieron un espectáculo que catalogaría como divertido. Y no me gustaría que nos quedásemos con la denostada acepción de la diversión: hablo de bandas que tienen un auténtico potencial para hacer disfrutar al público y sumergirlo en el dorado arcoíris de sus composiciones, lo cual es muy difícil llegados al punto actual, en el que a menos que seas un clásico asistente a conciertos como los de Kiss, Muse o Rammstein, resulta muy difícil sorprender y agradar sinceramente a nadie.

Crónica por Fernando Acero
Fotos por Pi - facebook.com/khalebxd